La reina del bosque distante








La reina del bosque distante se hallaba sentada en su trono en la gran sala del palacio de alabastro. Una alta torre de ese material translúcido que brillaba con el roce del sol y que proporcionaba luz al bosque y que se hallaba justo en el centro en una posición privilegiada desde donde la reina controlaba sus dominios. Allí acudían las criaturas que habitaban el bosque para pedir consejo o ayuda cuando era requerida la sabiduría de la reina.
Hedera era su nombre, pero todos la conocían como la reina del bosque distante pues así era su carácter. Hablaba en susurros, jamás sonreía y se mostraba siempre inalterable y sosegada. Sus ojos eran de un color verde intenso y brillante, su piel como la luz del sol y sus largos y lisos cabellos del color de las gotas de resina que lloraban los árboles milenarios.


La paz reinaba en aquel bosque desde el día en que la reina fue coronada por los ancianos y sabios robles. Todos los seres mágicos vivían en paz y equilibrio con la naturaleza, tomando lo que necesitaban de ella, pero siempre al instante aquello que tomaban volvía a crecer de nuevo más fuerte y vigoroso cerrando siempre ese círculo natural. Todos tenían su función en ese equilibrio y velaban por su continuidad con la ayuda de Hedera.

Las hadas del viento aleteaban incansables para crear la brisa que transportaría las semillas y el polen al lugar donde eran requeridas. Los duendes recogían y acumulaban los frutos cuando maduraban con la ayuda de las hormigas aladas, almacenándolos en sus galerías bajo tierra esperando la llegada del invierno cuando el bosque dormiría.

Las Xanas o hadas del agua, en su arroyo, se encargarían del equilibrio del río y del fluir del agua que saciaba la sed del bosque como si de aguadoras se tratase. Las hadas de las flores se encargarían del florecimiento de estas en primavera y de recolectar el polen y el néctar para que las abejas y otros insectos pudiesen fabricar su alimento y su miel. Las hadas de la lluvia cerrarían el ciclo volcando sus lágrimas sobre el bosque perlando las hojas con gotas de rocío mágico.

Y la reina Hedera cantaría desde su trono de hojas secas en la gran torre de alabastro llenando de armonía musical el bosque, pues todos esos seres mágicos sin su canto estarían perdidos y el caos reinaría en el lugar. La harmoniosa voz de la reina llena de magia hacía que el bosque tomase vida en un hechizo sin fin. Sólo aquellos capaces de oír su canto de sirena serán capaces de contemplar la magia del bosque distante y sus seres atareados como si danzasen sin cesar embrujados por el hechizo real.




Saphira




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