ESPIRALES DEL DESTINO




















Silencio...sombras...frío... Abrazo las sombras en busca de calor,
pero se disipan entre mis brazos.

Oigo pasos lejanos y risas, los persigo pero no logro llegar a
ellos.
La niebla me envuelve y ciega mis ojos cansados de buscar fuegos fatuos.

Las musas me abandonaron en este lugar frío, sin rumbo, perdida...
Me abrazo a la soledad y lloro en su hombro, lloro ríos y mares
para ahogar
las voces que en mi cabeza gritan.
Grito y golpeo la nada enfurecida para que alguien pueda oirme... pero nadie responde,

ni tan solo el eco de mi propia voz.

Ando en circulos que terminan en un espira
l sin fin en el que me hayo frente a mí de nuevo
como en un mal sueño.

Me sonrío, me doy calor, me escucho... es irreal, onírico...vuelvo al mismo lugar.

Estoy a kilómetros de mi hogar, de mi bosque distante, necesito volver.

El tiempo, suspenso en el aire pende de mil cuerdas que se entrelazan y que no puedo atravesar.
Miro mis manos, y esas mismas cuerdas me sujetan a mí, tan sólo una marioneta en manos del destino, a su antojo y placer.

Saphira





Huellas




Anduve un camino eterno de pies cansados y espejismos.

Miré mi reflejo en la superficie del mar del ocaso y tan sólo vi humo, figuras que se desvanecen y toman vida en el velo de una sonrisa.

Hielo y fuego enzarzados en batalla eterna pugnando por vencer. Hielo derretido que el fuego quema, arde en mi interior, me derrito, fluyo como agua del manantial del sediento.

Estoy viva, respiro y siento…mis pies me lastran, pesado equipaje me acompaña de experiencia y vida. Lanzo cantos al viento, nadie escucha, pues es muda mi voz…retorna el eco del silencio y enmudece el llanto de la lluvia resonando en mi cabeza.

Mi sombra, mi compañera, mi brújula perdida. Busco mis huellas que el mar borra a su paso, no hay retorno…nuevas sendas nacerán con destino a ninguna parte.

Arrastro las pesadas nubes pendidas sobre mi cabeza, sueños se escapan volando, libres, altos… Me oculto tras el sol ardiente, brilla y quema. Fuego se funde con fuego…y mi alma, libre, candente ruge al viento.

Saphira