- Mi nombre es Ramnerod, caballero de Reiserin, y necesito urgentemente un escudero, despedí al último por holgazán. La verdad que en esta ciudad no abundan los hombres trabajadores y honrados, así que no me es tarea fácil encontrar sustituto... Pero vos parecéis una joven despierta y honrada, y la verdad, me sorprende que una joven solitaria busque un trabajo, cuando lo que debería hacer es atender a sus labores... eso es lo que me llama la atención. No es una tarea adecuada para una mujer, pero no creo que tengáis problemas, parecéis fuerte y valiente... ¿me equivoco? ¿Que opináis?- dicho esto, la miró fijamente como si así pudiera leer su mente.
- No os equivocáis señor, no me asusta el trabajo duro y aprendo con rapidez - añadió Aristane esperanzada – tan sólo necesito una oportunidad.
- eso es suficiente para mí... visto que no he hallado hombres honrados quizá deba ampliar mis horizontes de búsqueda con vos. Así pues… ¿aceptáis?
- antes me gustaría saber que me ofrecéis... - desconfió ella
- A cambio de vuestro trabajo tendréis un techo, comida que llevaros a la boca y la posibilidad de aprender cuanto seáis capaz. Es cuánto puedo ofreceros... - dijo el caballero frunciendo el ceño.
Llegaba el momento de la verdad. Ahora debía escoger: volver a casa y darse por vencida dando la razón a todos aquellos que opinaban que una mujer no podía llevar su propia vida si no era a la sombra de un hombre, o aventurarse en esta nueva oportunidad que se le presentaba.
Aristane optaba claramente por el camino difícil e incierto que se abría ante sus pies, es lo que había hecho siempre.
La vida ponía ante sus manos algo a lo que aferrarse y no iba a dejarlo pasar. Dejaría de lado todos sus miedos e inseguridades y lucharía por un futuro mejor que el que le esperaba en su pequeña aldea en la que ya no tenía a nadie.
¿Qué podía perder?...quizá nada... o quizá lo único que tenía: sus ganas de vivir y cumplir sus sueños.
Ya desde que apenas levantaba cinco palmos del suelo soñaba con participar en grandes aventuras, viajar y tener una vida ejemplar y atípica. Solo eran sueños... pero quizá ahora los veía un poco más cercanos.
0 comentarios:
Publicar un comentario